jueves, 24 de abril de 2014

Asesinos seriales Richard Ramirez "Night Stalker"

Ramírez tenía 24 años cuando comenzó sus asesinatos en serie. Esta fotografía policial de Ramírez, sacada el 12 de diciembre de 1984 después de un arresto por robo de automóviles, directamente dirigido a su aprehensión.




Ricardo Leyva Ramírez Muñoz, también conocido como Richard Ramírez o por el apodo de Night Stalker ('El merodeador nocturno') (El Paso29 de febrero de 1960 - Greenbrae, 7 de junio de 2013)1 fue unasesino en serie estadounidense que mató a 14 personas en la ciudad deLos Ángeles entre los años 1984 y 1985.

Como la mayoría de los asesinos en serie, Ramírez fue en su adolescencia un chico problemático: a los 9 años comenzó a robar y más tarde a consumir drogas en Texas, su estado natal. Una vez en Los Ángeles, empieza a asesinar sin pautas concretas, lo cual hacía más difícil su detención: mataba a personas dándole igual sexo, raza, edad o condición. Las armas utilizadas iban desde un bate debéisbol a un puñal, pasando por varios tipos de pistolas.
Su modus operandi también oscilaba, ya que podía asesinar de una manera organizada sin dejar pista o matar sin ningún cuidado creyéndose amparado por Satán, dibujando signos satánicos en las paredes, comiendo en casa de sus víctimas, robándoles el dinero que llevaban encima o dejando las armas homicidas en el lugar del crimen.
Su juego preferido era salir de caza, acompañado por un walkman en el que escuchaba a AC/DC, su grupo favorito. Al principio, solo golpeaba y violaba, dejando incluso a la mayoría de sus víctimas con vida, pero después se hizo más sádico, como por ejemplo, mataba a los esposos y violaba a las mujeres y después las mataba (con excepción de dos casos).

Richard Ramírez fue capturado gracias a su última víctima, la cual sobrevivió al ataque y que tuvo la fortaleza, tras ser violada, de asomarse por la ventana. Vio escapar a Ramírez en una furgoneta Toyota de color naranja, y se lo comunicó a la policía. Casualmente un joven, vecino de la víctima, había anotado la matrícula de la camioneta, puesto que ésta le había parecido sospechosa. La policía localizó la camioneta y tomaron las huellas dactilares, dando con la ficha policial de Ramírez. La ciudad de Los Ángeles se llenó de carteles con el rostro del merodeador nocturno, que en aquellos días estaba fuera de la ciudad, ajeno a la orden de caza y captura. A su vuelta, unos hispanos le reconocieron por la calle y estuvo a punto de morir linchado por éstos; tuvo que ser la propia policía la que le salvara del linchamiento.
Fue acusado de 14 asesinatos, 5 intentos de asesinato, 9 violaciones (entre las cuales tres fueron a menores), 2 secuestros (solía secuestrar a niños para abandonarlos a cientos de kilómetros de su casa, sólo por el placer de hacerlos sufrir), 4 actos de sodomía, 2 felaciones forzadas, 5 robos y 14 allanamientos de morada. A pesar de estos datos, se estima que actuó en muchas más ocasiones, dado que su modus operandi no era fácilmente identificable y él nunca colaboró con la policía dando datos de sus crímenes.
Finalmente el 3 de octubre de 1989, tras cuatro días de deliberaciones, el jurado votó por la pena de muerte para Richard Ramírez, y el 4 de noviembre fue ratificada la sentencia de 19 penas de muerte la cual se supone se llevaría a cabo en el corredor de la muerte de la cárcel de San Quentin

Ramírez murió de insuficiencia hepática en el Hospital General de Marin en Greenbrae, California, en la mañana del 7 de junio de 2013, con 53 años de edad. En el momento de su muerte, Ramírez llevaba más de 23 años condenado a muerte.

miércoles, 23 de abril de 2014

asesinos seriales. Gregorio Cárdenas "El estrangulador"





Gregorio Cárdenas Hernández nació en la Ciudad de México en 1915. 
De niño, Goyo sostuvo una relación enfermiza con su madre, Vicenta Hernández, una mujer dominante que lo reprimió hasta su adolescencia. Pese a ello, el altísimo coeficiente intelectual de Goyo hizo que fuese un estudiante destacado. La encefalitis que de niño padeció causó, sin embargo, un daño neurológico irreversible; a raíz de su enfermedad, Goyo padeció de eneuresis y empezó a dar muestras de crueldad hacia los animales: se ensañaba torturando pollitos y conejos.

A sus veintisiete años, Goyo estudiaba Ciencias Químicas; era un alumno tímido, que utilizaba gruesos lentes. Pero eso no le impidió obtener una beca de PEMEX, que le permitió continuar sus estudios.
 Independizado de la sombra de su progenitora, Goyo rentó una casa en la calle Mar del Norte nº 20, en Tacuba, cerca del Centro Histórico de la Ciudad de México. Allí vivía cuando la noche de 15 de agosto de 1942, a bordo de su automóvil Ford, recogió en la calle a una prostituta de dieciséis años llamada María de los Ángeles González, alias "Bertha", a quien llevó a su domicilio. Hacia las 23:00 horas, y después de sostener relaciones sexuales con él, la joven fue a lavarse al baño de la casa de Goyo, instante que él aprovechó para estrangularla con un cordón. Una vez muerta, Goyo llevó el cadáver al patio y allí la enterró.

Ocho días después, la madrugada del 23 de agosto, Goyo salió de cacería otra vez. En esta ocasión, la prostituta elegida tenía catorce años y se llamaba Raquel Rodríguez León. A ella le sorprendió que su cliente tuviera una amplia biblioteca en su casa. De hecho, tras llevarse a cabo el acto sexual, Raquel se dedicó a mirar algunos de los libros de Goyo. En eso estaba cuando él la atacó con el mismo cordón. A las cinco de la mañana, Raquel ocupaba otro sitio en el patio de la casa de Mar del Norte.

Los lapsos se iban acortando. Goyo esperó solamente seis días antes de ir, la noche del 29 de agosto, a buscar una nueva compañía femenina. La encontró en Rosa Reyes Quiróz, otra menor de edad que no llegó a acostarse con él. Para entonces, Goyo había descuidado su entorno: su laboratorio estaba en desorden, los libros fuera de su lugar, había ropa sucia por todas partes y el polvo empezaba a acumularse en todos lados. Esto provocó cierta desconfianza en Rosa, quien se dirigió al laboratorio para curiosear sobre su cliente. Allí, mientras veía unos matraces y algunos tubos de ensayo, la atacó Goyo. Rosa presentó resistencia. La lucha fue violenta, pero Goyo triunfó. Sin embargo, la expresión de horror en el rostro de Rosa lo impresionó. Turbado, cavó de inmediato la fosa correspondiente. Se dio cuenta de que ya no quedaba mucho espacio en el patio, así que la amarró de pies y manos. A las cuatro de la mañana concluía su faena.
El último crimen ocurrió cuatro días después, el 2 de septiembre. Goyo cortejaba constantemente a una chica llamada Graciela Arias Ávalos, estudiante del bachillerato de Ciencias Químicas de la UNAM, quien aceptaba su amistad. Graciela era una alumna modelo y su padre, un conocidísimo abogado penalista, Miguel Arias Córdoba. Ese día, Graciela esperó a Goyo afuera de la Escuela Nacional Preparatoria. Goyo pasó por ella en su auto, supuestamente para llevarla a su casa, ubicada en Tacubaya nº 63. Goyo así lo hizo; al llegar afuera de la casa de la chica, y aún dentro del auto, le habló de su amor por ella. Graciela lo rechazó, y entonces él intentó besarla a la fuerza. Ella se nego y entonces Goyo, enojado, arrancó de un tirón la manija del automóvil y comenzó a golpear a Graciela en la cabeza hasta que la mató. La sangre empapaba su larga cabellera. Goyo condujo hasta su propia casa. Bajó el cadáver, lo puso sobre el catre donde dormía, lo envolvió en una sábana y, ya en la madrugada del 3 de septiembre, lo enterró.



Para el siete de septiembre, a petición expresa de su hijo, la madre de Goyo lo internó en el Hospital Psiquiátrico del Dr. Oneto Barenque, ubicado en la calle Primavera, en Tacubaya. Adujo que él "había perdido completamente la razón". Allí acudió, el 8 de septiembre, el subjefe del Servicio Secreto, Simón Estrada Iglesias, para interrogarlo sobre la desaparición de Graciela Arias. Como respuesta, Goyo le mostró unos pedazos de gis y le dijo que eran pastillas "para volverse invisible". El investigador recrudeció su interrogatorio y finalmente Goyo se derrumbó: confesó que había matado a la chica y que la había enterrado en el patio de su casa

A las 3 de la tarde de ese día, la policía, acompañada de Goyo, entró a la casa de Mar del Norte; de inmediato vieron un pie podrido que sobresalía del suelo. Excavaron y hallaron los cuatro cadáveres. Goyo los iba guiando. En su carto de estudio, los investigadores hallaron un Diario, escrito de puño y letra de Goyo que decía:


"El 2 de septiembre se consumó la muerte de Gracielita. Yo tengo la culpa de ello, yo la maté, he tenido que echarme la responsabilidad que me corresponde, así como las de otras personas desconocidas para mí. Ocultaba los cadáveres de las víctimas porque en cada caso tenía la conciencia de haber cometido un delito".
                                                                                                       

El 13 de septiembre, se le dictó auto de formal prisión, y fue recluido en el Palacio Negro de Lecumberri, en el                                      pabellón para enfermos mentales